EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA: LA SOLEDAD INTERMINABLE

Un viejo militar que espera una carta. Esa es la premisa de la que parte Gabriel García Márquez, el otrora autor del “boom, para brindar y plasmar en poco menos de cien páginas una de sus mejores novelas. Redactada en 1956 y finalizada al siguiente año, El coronel no tiene quien le escriba es una obra puntual, concisa, sugerente e inocente en lo expresivo. Como una sutil poesía. Todo en ella fluye con naturalidad. La calidez verbal contrasta notoriamente con lo angustioso y opaco del escenario constituido dentro de ella. Su protagonista, el coronel sin nombre, está inmerso en un círculo agobiante, vestigio del olvido y amparado en la soledad. La soledad será entonces el punto de inicio y de ruptura. Y la esperanza se convierte en el único medio (y modo) de supervivir y mantenerse íntegro en esa situación. El coronel… constituye, en suma, una obra significativa, rítmica, con belleza y personalidad propia.

Gabriel García Márquez es, sin duda alguna, el más célebre escritor colombiano y un clásico de las letras castellanas. Galardonado con el Premio Nobel en 1982, se consagró internacionalmente con Cien años de soledad. Es difícil desvincular al autor de su afamada obra pero hay que dejar que El coronel no tiene quien le escriba “hable por sí misma”. Es así que: “… [hay que leerla] con ingenuidad auténtica…al dejarnos interrogar por ella, le damos su propio ser, su propia dimensión ¬¬–la hacemos literatura–.” Hay que volver a la primera lectura y, con ello, llegar a conocer cada uno de los elementos que la conforman, escuchar nuevamente la armonía surgida en las palabras, los tonos, los matices, las imágenes, reconocer sus significados, sus connotaciones, en sí, todo aquello para lo que fue concebida: para que se encarne en nosotros y deleitarnos en ella. Reencontrar el goce del primer contacto con el libro y, con ello, las primeras impresiones. Y con éstas, las segundas miradas y llegar a interiorizar realmente la novela y poder notar desde esta prístina y ahora optimizada visión la grandeza literaria que contiene ella.

La trama de la obra se resume, prácticamente, en su título. Un veterano de la ‘última guerra civil’, lleva esperando ilusamente la lancha de correo en que llega la carta de su pensión de jubilación, cada viernes, desde hace quince años. Entregado forzosamente a la miseria, víctima del desdén y el olvido, el coronel se enfrenta cada día a una pobreza junto con mujer, enferma de asma. El relato constituye los encuentros y desencuentros del protagonista, su vida cotidiana. Lo frustrante y triste de esta situación es que el anciano aún continúa creyendo que no importa cuanto falte, esa carta, por la que ha luchado ya mucho tiempo al fin será realidad. Y lo lamentable es que no importa cuánto espere, el término “no” del título indica que es algo que ya no sucederá, que nunca llegará. El coronel no tiene quien le escriba, su título mismo, representa el silencio del Estado, que se queda mudo ante las expectativas insufribles del coronel, representa el silencio de sus esperanzas y más que nada, representará el silencio de su propia y solitaria razón de ser y de seguir esperando.

Paul Ricoeur explica que “lo esencial del creador literario es la invención o descubrimiento de un objeto (sea un objeto material, una persona, un pensamiento, una situación o un acontecimiento) en torno al cual se agrupa una serie de relaciones perceptibles como conjunto, gracias a su intersección con ese objeto.” La situación que inscribe y reúne estas fluctuaciones será, en efecto, la ilusa espera del viejo coronel, con la soledad como elemento integrador. No sólo eso sino, que por medio de sugerentes formas y sutiles imágenes se da la estructuración de muchos panoramas (adversos, oscuros), de muchas realidades, que experimenta cualquier persona. Por ello, la solitaria espera del coronel no es sólo eso. Su entereza, aún cuando esté al borde de la crisis, su terquedad, su pasividad ante lo agobiante, son más que su “yo” individual. Representan un “nosotros”, un “yo” colectivo. “el equilibrio, la seguridad y la perfección de que hace gala la historia del viejo combatiente…. Recoge mucho de la esperanza y de la ilusión de que está hecho cada ser humano…” Así es ese sentimiento de abandono en el que se construirán las múltiples directrices en que se ve envuelto el relato.

La obra literaria de García Márquez ha sido influenciada primordialmente por William Faulkner. De allí que una afinidad entre el desarrollo de ambas literaturas este vinculada en sus esfuerzos por caracterizar sus obras con un sentimiento arraigado de soledad, mediante la descripción de comunidades que se ven aisladas en el tiempo o en el espacio, lo que influye psicológicamente y socialmente en la personalidad de los habitantes (tener en cuenta a la ciudad arquetipo Macondo y a la aldea faulkeriana Yoknapatawpha). Joaquín Marco explica que Gabriel García Márquez ha condensado su obra literaria teniendo a “la soledad como el eje de su producción” .

De ese modo en El coronel no tiene quien le escriba, desde la configuración del entorno mismo, vemos que ese será el modo de proyectar la narración en sí. Así, el pueblo en que se localizan las desdichas del personaje, es una comunidad costera a la que sólo se puede llegar en barca. No sólo eso, el coronel y su esposa “vivían en el extremo del pueblo, en una casa de techo de palma con paredes de cal desconchada” , lo cual acentúa el carácter dramático de su situación. No se dan referencias exactas sobre el lugar en el que vive el coronel, pero se puede llegar a intuir que es una región ribereña, en los trópicos. Calor intenso en determinada estación y en la contraria, lluvias imparables. El paisaje agreste, luego, juega el rol de englobar y aislar a toda esa comunidad y de configurar las personalidades de sus habitantes, para lograr el estado de abandono que sugiere García Márquez. Esto es característica de las obras del citado autor en el que “…describe esa realidad más física que humana… la naturaleza es la limitación…(…)… lo exótico tiende a despegar de lo real… a ingresar en lo imaginario, pues es, por definición, lo distinto y lo distante, lo desconocido, lo otro.”

El relato traslada la sensación solitaria del entorno a la enfermedad que únicamente aqueja al coronel. Así es como vemos que el coronel padece ciertos malestares en la temporada de lluvias: “… [El coronel] ‘experimentó una sensación de que salían hongos y lirios venenosos en sus tripas.’ Qué pasa allí. Era octubre’” (p. 7). El organismo del anciano reacciona de ese modo ante la llegada de ese mes, y la lluvia solo externaliza el sentimiento de impotencia. Todo pasa, pero únicamente la lluvia y la tristeza siguen. Esta es una presencia constante en la acción novelística. Además, el haber sido parte anteriormente de un lugar fabuloso, Macondo, es el germen de su dolencia. Los seres que habitan en el imaginario de García Márquez presentan similares síntomas. Vargas Llosa dice que “se trata de una aptitud sutil de los habitantes de Macondo: entre sus organismos y los fenómenos naturales existe una relación que no es lógica, que no corresponde a la experiencia de lo real. Es el primer indicio del ‘elemento añadido’ en la realidad ficticia.” En El monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, la muchacha del mismo nombre, sentía cuando iba a caer la tormenta por la sensación que sentía en su vientre “se siente como una pradera desolada… con hongos viscosos y blandos…” .

Con esta particularidad se va excluyendo al coronel de su propia realidad y su exclusiva enfermedad le llega justo en el mes aciago (octubre) en que la tropa de su superior (para mayores luces, el coronel Aureliano Buendía, también de Cien años…) firmó la rendición, la Paz de Neerlandia, que se convertiría en el inicio de la agonía del pobre coronel. Conrado Zuluaga lo resume como que “es el aniversario de la muerte de la nación” . Esto se observa cuando le dice a su mujer “…estaba pensando que en la reunión de Macondo tuvimos razón cuando le dijimos al coronel… que no se rindiera. Eso fue lo que echó a perder el mundo.” Echó a perder su mundo. Ese mundo que ahora lo alberga no es ya el mismo. Ese mundo es trazado ahora por medio de ciertos guiños que el coronel le da al pasado en un intento de sobrellevar mejor la larga espera. Vemos así que hay por lo menos dos instantes en que el viejo militar duerme sí, pero realmente “vive” al rememorar conversaciones o pasajes de su antigua vida. No puede desligarse de lo que él era antes y paradójicamente, es a razón de esto que aún no le llega la carta, aún no le llega el reconocimiento del estado, y aún no le llega la reconciliación con su realidad.

Ante una pregunta de Vargas Llosa sobre si creía que la soledad es una característica del hombre, el autor colombiano respondió que “yo creo que es parte esencial de la naturaleza humana”. Entonces, la soledad del individuo se plantea con la vida infeliz del coronel. Desde el mismo momento en que es presentado en el relato tan sólo como “el coronel”, sin más, su anonimato se convierte en el punto de quiebre necesario para lograr el abandono en el que se ve envuelto. Tiene una esposa con quien comparte las penurias, claro, pero su soledad es constante, no cambia ni da visos de ello: “El coronel se dirigió a la sastrería a llevar la carta clandestina a los compañeros de Agustín. Era su único refugio desde cuando sus copartidarios fueron muertos o expulsados del pueblo y él quedó convertido en un hombre solo sin otra ocupación que esperar el correo todos los viernes”. (p. 19) Su mujer acrecienta ese sentimiento con la siguiente oración: “nosotros somos huérfanos de nuestro hijo” (p. 12). El mismo coronel en un momento de negación de su realidad, cuando no recibe una vez más el correo dice “no esperaba nada…yo no tengo quien me escriba” (p. 14). Y, luego, una posterior respuesta del encargado del correo dará título a la obra: “El coronel no tiene quien le escriba” (p.30). El escucharlo de otra boca, acrecentará el dolor del coronel.

En García Márquez los caracteres masculinos son caprichosos, quiméricos, soñadores pero al final, débiles y descarriados; en cambio, los caracteres femeninos son sólidos, sensatos, representan un modelo de orden y de estabilidad. El autor diría alguna vez que “mis mujeres son masculinas” *. Por ello, la soledad en que se ve envuelto el coronel se observa, también, desde la relación con su esposa. Se aman sí, pero eso no disfraza su aislamiento. El coronel se ve enfrentado con la realidad día a día figurada en su esposa. Para ella ya no habrá carta. Para ella, el coronel no debe seguir esperando en vano. Escuetas expresiones como“…Y tú te estás muriendo de hambre -dijo la mujer-. Para que te convenzas que la dignidad no se come” (p.26), “Veinte años esperando los pajaritos de colores que te prometieron después de cada elección y de todo eso nos queda un hijo -prosiguió ella-. Nada más que un hijo muerto” (p.26); representan la gran carga que supone el seguir manteniendo falsos deseos. Así, van sobreviviendo a sobresaltos, en crédito, vendiendo lo poco que les queda y al final, la mujer estalla “Estoy dispuesta a acabar con los remilgos y las contemplaciones en esta casa”, dijo. “Su voz empezó a oscurecerse de cólera. ‘Estoy hasta la coronilla de resignación y dignidad’.” (p.26). Joaquín Marco lo resume como que “el idealismo quijotesco del coronel debe convencer al materialismo de su esposa” . No importa cuanto escape la fría y odiada relación con la razón, con el entregarse a la verdad, lo espera a cada momento en su casa. En su vida.

En la trama de la obra hay un elemento que circunda en boca de su mujer mayormente: la muerte. Es uno de los temas centrales. Vargas Llosa afirma que “la muerte está presente en toda la obra de Gabriel García Márquez, pero nunca de la manera tan obsesiva y excluyente como en sus primeros años de escritor” . Aquí, la muerte juega un rol de darle a la narración la atmósfera de incertidumbre, de oscuridad. El entierro del músico es descrito a lo largo de las primeras páginas. La mujer del coronel continúa pensando en él a cada momento: “Ya debe haberse encontrado con Agustín” -dijo-. “Puede ser que no le cuente la situación en que quedamos después de su muerte”. “A esta hora estarán discutiendo de gallos -dijo el coronel.”(p. 5) Pareciera que la muerte es lo único que le espera a esta olvidada comunidad y, sobre todo, a este esperanzado coronel.

En los tres meses que dura la narración (octubre-diciembre), el autor va insinuando e invitando a distintas percepciones, por medio de metáforas, de expresiones o de representaciones. Ya vimos algunas. La lluvia imparable, la localidad misma, significan el encapsulamiento de sus individuos. La esposa, sinónimo de la realidad que se estrella en la cara del coronel. La muerte, variable constante. De igual manera, se sugiere el tenso clima en que vive el pueblo. Así la dejadez, esa indiferencia del gobierno hacia el anciano, su soledad tiene razones políticas. Es un sobreviviente al que no le reconocen. Todo esto que lo ha abocado a su estresante realidad, es una forma de representar la violencia silente que se vive. La violencia social y burocrática. Su hijo, Agustín, fue asesinado por dar información clandestina. El músico muerto, el primero de causa natural, contribuye a ese clima de violencia contenida. La censura imperante, visible por el toque de queda de las once de la noche, por las campanadas de la iglesia del padre Ángel prohibiendo las películas, por el letrero en la sastrería “prohibido hablar de política”, todo ello demuestra que el gobierno (una dictadura) está para cumplir “orden”, para detener las voces de protesta, pero no para poder hacer resurgir al pueblo de su estado calamitoso. El mismo alcalde no va al entierro del mencionado músico (mientras que el resto de gente sí) acrecienta la idea de que el gobierno no tiene la motivación ni para mostrar respeto. Sobre la censura eclesiástica, se observa que la iglesia no está en relación cordial con el pueblo, sólo actúa como otro medio de contención. En otro libro de García Márquez, Crónica de una muerte anunciada (1981), también la iglesia se queda al margen de los acontecimientos, el obispo no va a saludar al pueblo y el párroco no interviene en la anunciada muerte del protagonista, Santiago.

En El coronel… el pueblo actúa pasivo ante las represiones y, más que nada, eso refleja el olvido social de parte de la política y de las instituciones. El único modo de “liberación” que pueden presentar se da, irónicamente, por medio de uno de sus miembros, por medio de la verdadera y única posesión del coronel. Su gallo de pelea. Este gallo, propiedad de su hijo muerto, es según Joaquín Marco “un símbolo de la resistencia popular” . Gabriela Maturo, por su parte, entiende que el gallo es “esa semilla de salvación. Esa encarnación de vida nueva- el Cristo resucitado- que dará finalmente sentido a la vida del personaje contra toda solicitación de orden superficial” .

Cierto o no, la narración da visos para que sea así. Pero en primera, debemos ver lo significativo que es para el propio coronel. En este gallo y en la angustiante carta radica su optimismo. Su doble esperanza: “Quince años de espera habían agudizado su intuición. El gallo había agudizado su intuición”. A partir de ellos se construyen las perspectivas del ex militar. Allí su esposa, su compañera, queda fuera ya de él. Ellos no tienen qué comer, pero deben seguir alimentando al gallo, quien puede o no tener una victoria en la lucha de enero próximo. Su mujer, harta ya, llega a compararse con él, diciendo que “toda una vida comiendo tierra para que ahora resulte que merezco menos consideración que un gallo”. Este animal es ya no sólo un animal. Es el símbolo de la resistencia en forma pasiva del coronel. La libertad, la autonomía esperada por él y por todo el pueblo, además. El hambre por el que pasa el coronel y su esposa y en el que se inscribe el gallo (recordemos que hay un pasaje en que los ancianos comen mazamorra de maíz, hecha de la comida del gallo), las precarias condiciones a las que se adscribe también la mayoría del pueblo va a adquirir mayores connotaciones con la posterior (y aún no realizada) victoria del animal en un encuentro de peleas. Todo cambiaría. Así que cuando el coronel, asfixiado por su situación debe vender el gallo, decide finalmente no hacerlo. Cuando lo trae de su entrenamiento en las galleras, el pueblo lo vitorea. Es este el momento en que la soledad del coronel se aboca en una solidaridad popular. La victoria del gallo es la victoria del pueblo en conjunto, figurativamente hablando. Aún cuando aún esa pelea sea todavía una espera más, el pueblo ya está encumbrándose hacia algo distinto, que los va a sacar de su encapsulamiento.

Y así, el pobre coronel en definitiva se enfrenta real y explícitamente a su esposa. Su entorno se ha encargado ya de curtirlo para ello: “la terca dignidad erguida de tantos seres reducidos al hueso desnudo destina su voluntad de proseguir” . Ante la desesperada pregunta de sus esposa, al ver que el gallo se queda con él y con el pueblo, (“Dime, qué comemos”), el coronel se yergue, invencible, victorioso. Escupe, por fin, el malestar que guardaba casi toda su vida de espera con una sola palabra: “mierda”. Es el fin del relato. Y el inicio de la nueva resistencia del coronel.

Como vemos, El coronel no tiene quien le escriba engloba una historia sobre la injusticia, la violencia contenida y sobretodo, constituye un relato sobre la soledad, (tanto individual como colectiva). A esta direcciones se va llegando sutilmente por medio del manejo lingüístico empleado, por medio de las composiciones visuales de las que hace uso el autor y, además, por los manejos de los caracteres contrapuestos expuestos en los personajes, que se simplifican entre el iluso y quijotesco coronel anónimo y su sufrida y realista esposa, en medio de los cuales vaga el simbolismo de ciertas figuras para poder componer un relato espléndido que alcanza cualquier dimensión humana posible. Su historia es universal, totalizadora. El coronel se convierte así, en signo y consecuencia de los males de las épocas de terror, mientras que la realidad circundante (manifestada por medio de los otros personajes) lo va a aplastando y minando, quedando en él la única posibilidad de salvación el conservar la esperanza dentro de sí, su integridad se asienta en ello, y en seguir esperando. Renunciar a ello supone el renunciar a sus principios, a su ser. A ser él. Por ello sólo le queda esperar el que finalmente le llegue la pensión. Quizá también esperar que finalmente, le venzan las fuerzas y se entregue a la razón agobiante. O en definitiva, esperar a la muerte, que al fin y al cabo es compañera ya de él, junto con su inseparable y eterna soledad.

NOTAS:
1. Javier Escobar Isaza, “Una proclama en pro de la ingenuidad” en: A propósito de Gabriel García Márquez y su obra, España: Norma, ediciones Cara y Cruz. 1993, p.17.

2. Paul Ricoeur (1980) La metáfora viva, Madrid: Ediciones Europa, p. 131.

3. Conrado Zuluaga, “La espera del viejo combatiente”, en: A propósito de Gabriel García Márquez y su obra, España: Norma, colección Cara y Cruz. 1993, p.34.

4. Mark Frisch (1993), William Faulkner: su influencia en la literatura hispanoamericana, Argentina: Ediciones Corregidor, pp. 18, 20.

5. Joaquín Marco “El coronel no tiene quien le escriba a la luz de Gabriel García Márquez” en: A propósito de Gabriel García Márquez y su obra, España: Norma, colección Cara y Cruz. 1993, p.48.

6. El coronel no tiene quien le escriba (1993), España: Norma, colección Cara y Cruz., p.7.

7. Mario Vargas Llosa (1971), Gabriel García Márquez: Historia de un deicidio, Barcelona: Editorial Seix Barral p. 224.

8. Mario Vargas Llosa, ob.cit. p. 223

9. Gabriel García Márquez,Cuentos, Editorial Norma, p. 7.

10. Conrado Zuluaga, ob. cit., p.28.

11. Entrevista de Mario Vargas Llosa “Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa: la novela en América Latina”, Diálogo, p. 11.

12. Germán Vargas Cantillo, “García Márquez y el Grupo de Barranquilla”, en: Juan Gustavo Cobo, El arte de leer a Gabriel García Márquez, Colombia: Grupo Editorial Norma, 2007, p. 49.
*Germán Vargas era el mentor del grupo de Barranquilla del que formó parte Ramón Vinyes, amigo personal de García Márquez.

13. Joaquín Marco, ob. cit., p. 54.

14. Vargas Llosa, ob.cit. p. 223.

15. Joaquín Marco, ob. cit. ,p. 58.

16. Gabriela Maturo, Claves simbólicas de Gabriel García Márquez, Buenos Aires, 1972, p. 110.

17. Jesús Florencia Zaldívar, Paul Ricoeum y Olga Sigüenza Ponce, Tres perspectivas de análisis en el marco de la obra de Gabriel García Márquez. México: Editorial Plaza y Valdez, 2002, p. 10.


BIBLIOGRAFÍA

LIBROS DEL AUTOR

• El coronel no tiene quien le escriba (1993), España: Norma, colección Cara y Cruz.

• Gabriel García Márquez, Cuentos (contiene El monólogo de Isabel viendo llover en Macondo), Editorial Norma, 1996.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

• BRUSHWOOD John (1984), La novela hispanoamericana del siglo XX: una vista panorámica. Traducción de Raymond L. Williams. México: Fondo de Cultura Económica.

• COBO, Juan Gustavo (Comp.), (2007), El arte de leer a Gabriel García Márquez, Colombia: Grupo Editorial Norma.

• ESCOBAR ISAZA, Javier; MARCO, Joaquín; ZULUAGA OSORIO, Conrado; A propósito de Gabriel García Márquez y su obra (1993), España: Norma, colección Cara y Cruz.

• FLORENCIA ZALDÍVAR, Jesús; RICOEUR, Paul y SIGÜENZA PONCE, Olga (2002) Tres perspectivas de análisis en el marco de la obra de Gabriel García Márquez. México: Editorial Plaza y Valdez.

• FRISCH, Mark (1993), William Faulkner: su influencia en la literatura hispanoamericana, Argentina: Editorial El Corregidor.

• MATURO, Gabriela (1972), Claves simbólicas de Gabriel García Márquez, Buenos Aires: El Corregidor.

• RICOEUR, Paul (1980), La metáfora viva. Madrid: Ediciones Europa, p. 131

• VARGAS LLOSA, Mario, (1971) Gabriel García Márquez: historia de un deicidio, Barcelona: Editorial Seix Barral.

ENTREVISTAS

• “El olor de la guayaba”, entrevista con Plinio Apuleyo Mendoza, Barkceiba, 1982.

• “Ahora 200 años de soledad”, entrevista con Gonzalo Bermejo, Casa de las Americas, X, nov-dic.

• “Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa: la novela en América Latina”, Entrevista de Mario Vargas Llosa Diálogo, p. 11.













Enma Huamán Velazco nació en el distrito de San Isidro, en Lima, Perú, el 7 de julio de 1989. Estudió en el colegio María Auxiliadora. Actualmente cursa el segundo ciclo, en la Facultad de Letras y Humanidades de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de la carrera de Literatura para proyectarse como crítica literaria. Sus autores preferidos son Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda y Albert Camus.